lunes, 30 de diciembre de 2013

Contemplación natural

"Occidente, tal y como hoy se nos presenta a los europeos y americanos, sólo puede sobrevivir a su espíritu autodestructivo y a su naturaleza provocadora y mecanicista, si logra escindirse del clásico paradigma cartesiano, racionalista y técnico, pergeñado por él, y regresa hacia un paradigma de contemplación cosmogónica. Los griegos de la época clásica y los cristianos de la antigüedad y la Edad Media, a diferencia de nosotros- especialistas y científicos-, vivían en un estado de contemplación ante la realidad que hoy parecería absurdo, o imposible de recuperar.
Una óptima medida que podríamos adoptar para iniciar un cambio es comenzar por el origen, es decir, por nuestro entorno natural. Si hay un elemento primario entre todos los demás que el hombre científico y racionalista de nuestra época deterioró con mayor inflexibilidad, ese es nuestro ecosistema: las plantas, los bosques, los ríos, los animales, y los mismos seres humanos. Basta ver lo que era el mundo hace apenas cien años y el estado en que hoy se encuentra, para comprobar que ni el darwinismo biológico ni el progresismo científico han hecho nada para contribuir con sus avances a mejorar el medio ambiente. Todo lo contrario. La vertiginosa desaparición de especies y la destrucción sistemática del planeta no es exclusiva responsabilidad de la comunidad científica, pero sí es tarea de los científicos diseñar las técnicas para que el hombre común y corriente pueda convivir con los otros, y no destruirlos. El sólo ejemplo de la mala utilización- nihilista y aética- de la física nuclear basta para explicar este hecho.
¿Cómo comenzar por la naturaleza? Podríamos iniciar devolviéndole a ella parte del respeto y la generosidad con que nos ha nutrido desde hace millones de años. Devolver a la naturaleza su sentido original y sagrado es una tarea que está al alcance de cualquiera. Contemplar un ave, en vez de cazarla, o diseccionarla y estudiar su aparato digestivo, o reproductor, puede ser un buen comienzo, en un país donde la caza indiscriminada de especies salvajes como el sietevestidos y la reinamora, o en extinción como el cardenal amarillo y el tordo del mismo color, es cosa de todos los días.
Iniciar una labor de contemplación serena hacia los animales y la naturaleza virgen podría ser, acaso, una buena opción para terminar en el hombre y sus circunstancias."

El contemplador (fragm.), Ensayos sobre Hudson, E.A.


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